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Alejandro y Mauro Pozzebon, a puro festejo en el podio de la Manzana. Padre e hijo, y un recuerdo inolvidable.
   
“Ni soñando podía imaginarme este gran final”
 
26/08/2014 |
Debieron esperar más años de los previstos, aunque quizás ese paso del tiempo también hizo que todo se disfrute mucho más. En plena temporada 2006, mientras competía en el certamen regional de rally, Alejandro Pozzebon le prometió a su hijo Mauro que correrían juntos alguna competencia, como piloto y navegante. Sin embargo, un fuerte accidente sufrido en los caminos de Cinco Saltos (volcó con su Fiat Palio) no solamente arruinó esos planes familiares sino que también prácticamente marcó el final de la carrera deportiva del neuquino a raíz de las lesiones sufridas en su columna vertebral.

Hasta que en este 2014, esa deuda quedó saldada. "Un par de años después, la doctora me autorizó a correr una sola carrera, ya que por el estado de mi columna no podía hacer desarreglos. Pero mi mujer (Marcela) no me dejó. Luego es como que se relajó y me dio un permiso... Así que este año con Mauro decidimos cumplir el sueño de correr juntos. Y en apenas cuatro días juntamos la plata para estar en la 44ª edición de la Vuelta de la Manzana", comentó Alejandro, quien se subió a un Ford Ka del Boaglio Competición.

Y todo se dio mejor de lo esperado en la quinta fecha del Rally Argentino DIRECTV, ya que culminaron terceros en la general de la Clase 9. "Nunca imaginé terminar en el podio, ya que ocho años de parate es mucho tiempo. Hay que agradecerle al equipo Boaglio por entregarnos un auto que fue un tanque de guerra. Yo siempre salía a correr con el cuchillo entre los dientes, pero esta vez fui muy relajado. Y nos emocionábamos a cada rato, especialmente cuando veíamos a la gente alentándonos desde el costado del camino como si fuésemos (Sébastien) Ogier... El sábado terminamos como escoltas a apenas un segundo de Raúl Racca y comprobé que no estaba tan oxidado, ja. Mientras que el domingo se dio la lógica y Mauro Debasa presionó con todo. Nosotros fuimos a un ritmo tranquilo, no tenía sentido intentar correrlo. En otras condiciones, me hubiese encantado pelear por la carrera, de igual a igual", admitió el "Flaco".

Sin dudas, con la compañía de Mauro vivió una experiencia bien distinta: "Estuve muy emocionado desde que me subí hasta que me bajé del auto. Cuando crucé la pancarta final, frené y le dije a mi hijo: ´Estos 20 segundos son nuestros´. Nos abrazamos y no paramos de llorar... Fueron muchas sensaciones encontradas, aunque nunca se me cruzó lo del accidente. Luego de cualquier comentario que hacíamos, venían las lágrimas. Pusimos una cámara enfocándonos y ahí se aprecia cómo en partes íbamos concentrados y de golpe estábamos llorando", contó.

Y agregó: "Ni soñando podía imaginarme este gran final. Si hubiera ido a la iglesia y pedía que se diera todo así, pienso que no sucedía. Pero en todo esto también tuvo mucho que ver la buena onda de la gente. Hasta recibí llamados y saludos de personas que están en Estados Unidos, en Brasil y de familiares que viven en Italia y que hace 40 años que no veo. Como cierre de mi carrera deportiva, fue ideal. Tuve la suerte de consagrarme dos veces campeón, pero esta experiencia vivida no se compara con nada. Ni en pedo cambio esta carrera que hice con mi hijo por haber logrado un campeonato más".

Eso sí, Pozzebon se encargó de remarcar que fue su última función en los caminos: "Mi mujer sigue un poco enojada y hasta piensa que voy a seguir corriendo, pero después de los dolores que tuve tras la Manzana, te aseguro que no me subo nunca más. Soy consciente de que ya está, que el rally es un ciclo cerrado como piloto; ahora seguiré yendo a las carreras, pero a sacar fotos con Raúl Bellido", manifestó.

Su despedida fue a lo grande, disfrutando al máximo de una actividad en la que tuvo momentos inolvidables. "En el balance, el rally me dejó más cosas positivas que negativas. Diría que 90 a 10; y dentro de ese diez por ciento está el accidente. El rally me dio lo más lindo que tiene la vida: muy buenos amigos. Me permitió compartir charlas por ejemplo con el Cheche Carlomagno u otros pilotos de una generación distinta, de codearme con gente que era un súmmum dentro de esta actividad o de estar en un podio con los mejores como el Gringo Bescham".
 
 
 
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